Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1861-1862 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 25 de enero de 1862
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 45, 756, 757
Tema: Presupuesto sobre las obligaciones generales de Estado, capítulo 3º

El Sr. SAGASTA: He pedido la palabra única y exclusivamente al oír al Sr. García Miranda pronunciar algunas, extrañándose de haber oído en estos bancos el deseo de que se aumentasen ciertas partidas del presupuesto; y he pedido la palabra para protestar contra esa extrañeza, pues no hay motivo de extrañar nuestros deseos de que se aumenten aquellas partidas que sean dignas de aumento; porque nosotros no nos oponemos nunca a que se gaste lo que sea justo gastar cuando lo exija la dignidad de la nación y el decoro del país en el extranjero.

Pero habrá observado el Sr. García Miranda que al mismo tiempo que deseamos el aumento para ciertas legaciones en el extranjero, las cuales están dotadas con una cantidad muy mezquina, porque mezquina es una partida de 40.000 duros, deseamos que se rebaje esa partida de Nápoles donde no hace falta, y se agregue a las embajadas de Londres y de París, donde es tan absolutamente preciso que tengamos una representación digna, conforme a la altura que hoy ocupa la nación española.

Por lo demás, ni en esto ni en nada nos encontrará nunca el Sr. García Miranda mezquinos, si puedo valerme de esta palabra, para dar lo que sea necesario en el extranjero para el decoro de nuestra nación, y para desarrollar en el interior nuestros intereses.

Pero ya que estoy de pie, al ver lo que se ha contestado a las manifestaciones tan elevadas y justísimas que ha hecho el Sr. Figuerola respecto de la embajada de Nápoles, una vez que el Sr. Ministro de Estado nos ha dicho que se refiere a cuanto ha manifestado aquí, también yo voy a decir algo respecto de las observaciones que ha hecho dicho Sr. Ministro de Estado.

Decía S.S. que no era nuevo el precedente que establecía, que había otro precedente, que había el precedente de la Francia relativamente a la conducta que esta nación tuvo con Jacobo III; es decir, que el Sr. Ministro de Estado se conforma en la segunda mitad del siglo XIX con lo que el Gobierno francés hacía en la primera mitad del siglo XVII.

Por lo demás, el Gobierno español nos ha dicho, refiriéndose a la doctrina de un autor de derecho internacional, que tendrá su representante hasta que una guerra grande y larga decida completamente de la suerte de Francisco II. Y en verdad sea dicho, yo no veo que haya necesidad de esa guerra que ha habido ya, y que ha concluido cuando la rendición de Gaeta, y aún en el tratado a que dio lugar este suceso. ¿Pues no recuerda el Sr. Ministro de Estado el tratado de Gaeta? Todo lo demás no han sido otra cosa que gavillas de gentes, que no tengo inconveniente en denominar, como de gente perdida. ¿Se concibe, señores, que se pueda Ilamar guerra a esa lucha que están sosteniendo algunas partidas, cuando para mandarlas hay necesidad de que vayan extranjeros? ¿Pues cómo, si tenía un ejército tan numeroso, no disponen de ningún general ni de ningún jefe? El hecho, es que allí no ha quedado nadie, ningún jefe de valía que proclame su bandera y que defienda la dinastía. ¿Qué es lo que hay en ese país, señores? Que van algunos extranjeros infelices para perecer miserablemente al defender una causa perdida, que no tiene séquito ninguno.

De manera que si esa dinastía tiene alguna gente que la defienda, son extranjeros que van a ese país ilusionados. ¿Para qué? Para morir miserablemente. Y si cree S.S. que eso no es bastante claro, no es bastante terminante, no es bastante palmario para decidir que Francisco II no tiene partidarios en Italia ni en Nápoles, no sé cuando ha de aguardar a conocerlo.

¿Se puede decir que no se ha resuelto la cuestión porque hoy salga una partida, mañana otra y no adelante nada porque al propio tiempo o dejan las arenas o son destruidos? ¿Se puede decir por eso que todavía Francisco II tiene esperanzas de volver a ocupar el Trono de Nápoles? Eso no puede decirse; y menos puede decirse aquí en España cuando después de acabada la guerra civil en que D. Carlos disputaba el Trono a Doña Isabel II, quedaban partidas en varias provincias. ¿Pero qué significaban esas partidas? ¿No se creía sin embargo que la guerra se había concluido?

Vea S.S. cómo la Italia está ahora en el caso a que S.S. se ha referido, y cómo está en la situación que tenía la España después de la guerra civil; y S.S. cree que todavía tiene derecho al Trono de Nápoles Francisco II, porque todavía hay algunas partidas que le defienden; de cuyo argumento podrían sacarse consecuencias tristes que yo no quiero sacar respecto a la dinastía de Isabel II, no, no quiero sacarlas. La guerra concluyó ya; esa guerra a que se refería el autor del derecho internacional que aquí nos citaba S.S.; esta guerra concluyó con el tratado de Gaeta: todo lo demás no son otra cosa que gentes de las cuales se saca partido, ya sea por dinero, ya sea por fanatismo o por otros medios. Si no, ¿qué bandera levantan? ¿Quién la levanta?¿Qué general les manda? ¿Qué jefe notable tienen? ¿Quién? Algún infeliz ilusionado, que va de este país o de otro, que se deja matar como se hizo matar Borges.

Por consiguiente, estamos precisamente en el trío a que ese publicista se refiere; estamos pues en el caso de quitar nuestro representante de allí.

Pero S.S. nos decía: hacemos lo que hace el Austria y la Rusia; pues precisamente eso es lo que yo no quería que se hiciera; yo deseaba que hiciera este Gobierno que gobierna un país constitucional lo que se hace en los países constitucionales; yo quisiera que este país hiciera lo que los Gobiernos de Inglaterra, de Francia, Bélgica y Portugal, y de todos los países constitucionales; en fin, no quisiera que hiciera lo que hacen los Gobiernos de Rusia y de Austria, que lo hacen quizá porque deben hacerlo, porque ven en Italia una lucha de principios, y los absolutistas hacen bien mientras puedan en apoyar el principio absolutista de aquel país; pero que el Gobierno diga que está al lado del Austria y de Rusia y que está separado de Francia, de Inglaterra, de Bélgica y Portugal, señores, es una razón que no debe darla ningún Gobierno constitucional de ninguna manera. [756]

Por eso los liberales, los que queremos el Gobierno constitucional verdad, no podemos estar al lado del Gobierno, porque no queremos estar al lado de los Gobiernos de Rusia y Austria; queremos hacer lo que hacen los Gobiernos constitucionales, no lo que hacen los Gobiernos absolutistas; y digo más, los Gobiernos absolutistas recalcitrantes; porque algún Gobierno absolutista ha reconocido que la Italia y nuestro Gobierno no quiere ni hacer lo que hacen los Gobiernos absolutistas ilustrados, sino lo que hacen los Gobiernos absolutistas recalcitrantes.

Y éstas creo son las dos únicas razones en que el Gobierno se apoyaba para que siga hoy en Italia un embajador que no representa nada. Ya pasaron los tiempos en que los embajadores podían significar la amistad sincera de un Monarca hacia otro Monarca; hoy representan más; hoy los embajadores no representan al Rey, representan a la Nación; hoy los embajadores cerca de los Gobiernos extranjeros no están para hacer la corte a ningún Monarca, no están para significar las simpatías de un Monarca con otro, sino que representan los intereses y las personas de sus nacionalidades respectivas.

Yo pregunto ahora al Gobierno: ¿qué intereses favorecéis? ¿Qué personas defendéis? ¿Qué intereses y personas representa nuestro embajador cerca de Francisco II? ¿Representa algunos, defiende algunos? Los españoles allí, ¿pueden acercarse al embajador para pedirle justicia para la defensa de sus intereses?

El Sr. VICEPRESIDENTE (López Ballesteros): Sr. Diputado, han pasado las horas de Reglamento; si V. S. piensa continuar en el uso de la palabra, se suspenderá la sesión.

El Sr. SAGASTA: No tengo inconveniente en continuar en la sesión inmediata.

El Sr. VICEPRESIDENTE (López Ballesteros): Se suspende esta discusión.



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